UNA MIRADA JOVEN EN TORNO A LA CRISIS FINANCIERA MUNDIAL

Hace pocos días, en una clase a alumnos de su último año de bachillerato (17 y 18 años) de Doctrina Social de la Iglesia, comentamos el tema de la crisis financiera mundial. Inmediatamente, comenzamos...

| Cecilia Sturla Cecilia Sturla
Hace pocos días, en una clase a alumnos de su último año de bachillerato (17 y 18 años) de Doctrina Social de la Iglesia, comentamos el tema de la crisis financiera mundial. Inmediatamente, comenzamos a profundizar en las causas últimas de la gran crisis, de la que aún no percibimos sus reales dimensiones. La aguda crítica de Marx al capitalismo, y su tremenda "solución" que pretendía "zanjar" el problema fueron motivo para que mis alumnos vieran la injusticia social que se desprende tanto del capitalismo como del marxismo. "Lo ideal es una postura intermedia entre ambas teorías económicas", dijeron. "Si Ud. descubre esa teoría, probablemente le den el premio Nobel de economía", fue mi respuesta, admito, simplista. El debate que surgió entonces fue la muestra de una generación idealista y "pura" en cierto sentido. Idealista porque se encuentran en una edad en la que si las soluciones están a la vista, es imposible no ponerlas en práctica. Y "pura", porque la mirada con la que enfrentan los problemas sociales no está nublada ni oscurecida por intereses individualistas. Ellos vieron el problema: la crisis financiera mundial es producto de la especulación y el afán de lucro desmedido que midió ni pudo preveer el desmoronamiento de un sistema basado en el mismo lucro. También avizoran una solución: la propiedad privada no es un valor absoluto, sino que antes bien, el destino universal de los bienes hace que la propiedad privada dependa de valores más "universales" (valga la redundancia). Un sistema que no se preocupe del otro, está condenado al fracaso. Un sistema que piense que el sólo hecho de que si a uno le va bien, y espera que ese bien se "derrame" al otro por sí solo, también está condenado al fracaso. Si el hombre es un ser social, esta condición de sociabilidad hace de suyo que uno viva en función del otro y viceversa. Si mis alumnos son capaces de descubrir el verdadero valor de esta crisis que trastorna tanto a las economías mundiales y regionales... ¿cómo no esperar lo mismo en los políticos que tienen el deber de solucionar el problema? Es evidente que nosotros desde una clase en un rincón perdido del planeta no vamos a solucionar semejante crisis, pero si los jóvenes ven el problema y la solución... el futuro no se ve tan complicado ni tan negro como parece a simple vista ¿no?
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