Nuestro Santuario Refugio
Desde el Santuario, la Mater participa de todo lo que ocurre en nuestra casa. Ella está con las visitas, en las reuniones, en los almuerzos o cenas. En fin, está en todo.
Sábado 17 de septiembre de 2016 | Dorys y Jorge OrtigozaCorría el año 2005, estábamos participando del retiro sobre Santuario Hogar, del itinerario de iniciación en la Obra Familiar de Schoenstatt. Quien nos dio una charla y nos ofrecía el sacramento de la reconciliación era el Padre Déogratias Marahukiro (Burundi). Nos llegó muy hondo todo lo que se habló sobre lo que era un Santuario Hogar y, simultáneamente, los dos tuvimos la idea de que era el momento de bendecir el nuestro. Nos acercamos al Padre Deo, compartimos con él nuestra idea y le pedimos que nos regalara la ceremonia de bendición en nuestra casa. Él se puso muy contento y nos preguntó ¿Cuándo...? Le respondimos "Cuando usted pueda, Padre". Entonces tomó su agenda y de pronto dijo: "El 26 de noviembre". Nos miramos con Jorge y le dijimos: "Nos parece excelente, ya que es el día de nuestro aniversario de bodas".
El por qué de tanto apuro
Comenzó entonces la conquista espiritual de nuestro Santuario hogar. Hablamos con nuestros hijos. Les pedimos que cada uno eligiera un símbolo y que trabajara en su conquista. No teníamos nada aún pero estábamos felices de que ese año, y en más o menos cuatro meses, tendríamos nuestro santuario. Trabajamos mucho para ofrecerle a la Mater lo mejor que teníamos en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestras vidas.
Y llegó el gran día. Sólo invitamos a nuestros hermanos de grupo y a Nelly Turró para que diera su testimonio. Hernán Brugada, Julito Chansin y dos chicas nos regalaron hermosas canciones durante la ceremonia. No supimos cómo vinieron los jefes de rama, los jefes del nivel, asesores, nuestros vecinos, en fin, fue una gran fiesta. La Mater nos estaba preparando para algo muy grande. Para culminar la ceremonia, nos dirigimos a entronizar nuestros símbolos. Mientras estábamos cantando y recibiendo las felicitaciones de los presentes, sonó el teléfono. El hermano de Jorge que estaba muy enfermo había entrado en coma. Sin despedirnos, salimos de casa y conduje lo más rápido que pude. Fuimos tomados de la mano, rezando la oración de confianza una y otra vez. Esa madrugada, el hermano de Jorge retornó a la casa del Padre.
Después de un tiempo, entendimos la prisa que tuvimos en bendecir nuestro santuario hogar. La Mater quería prepararnos para enfrentar la dura prueba que se venía. Ella quería estar en nuestra casa como nuestra mamá, como nuestra educadora, como nuestra aliada, como la medianera de todas las gracias. Pero necesitaba que nuestra casa fuera su taller. Ella necesitaba de nosotros una respuesta de amor y de entrega; necesitaba que reafirmáramos, de alguna manera, la Alianza que habíamos sellado con Ella, hacía sólo un año. Le dimos todo lo que pudimos y ella aceptó entonces establecerse en nuestro hogar.
Flores frescas, siempre
Cuando nuestros hijos eran pequeños, frente al Santuario hogar, hacíamos las reuniones familiares, donde cada uno evaluaba el actuar de todos los miembros de la familia, de manera a ir mejorando en nuestras relaciones. Allí también los chicos se encomendaban para los exámenes del colegio o de la universidad. Hoy es el lugar al que acudimos para agradecer la bendición de que ya todos son profesionales y le encomendamos a Ella que interceda ante cualquier problema o dificultad que se presente.
Desde el Santuario, la Mater participa de todo lo que ocurre en nuestra casa. Ella está con las visitas, en las reuniones, en los almuerzos o cenas. En fin, está en todo.
Nuestro Santuario hogar, nuestro Refugio, es el lugar al que acudimos todos los días para estar con Ella, para contarle lo que nos pasa, lo que nos inquieta, lo que nos alegra, lo que nos hace sufrir. Allí nos reunimos para tomar decisiones. Le pedimos a la Mater que sea la que nos dé alguna señal, y de alguna manera lo hace. Desde su lugar, Ella nos mira con ese amor y esa ternura que solo la Madre de Jesús puede hacerlo. Siempre arde una vela, porque de allí recibimos la luz de su Hijo Jesús, y siempre colocamos flores frescas porque, con ese detalle, queremos que esté contenta en nuestro hogar así como nosotros estamos felices con su presencia.
Fuente: Schoenstatt.org