¿Cuestiones Complejas?

Recuerdo una ocasión en la que nos pidieron un informe sobre una cuestión que debía resolver la Administración del Estado y en la que existían importantes intereses económicos de grandes empresas. Ést...

| Pablo Crevillén de Madrid Pablo Crevillén de Madrid
Recuerdo una ocasión en la que nos pidieron un informe sobre una cuestión que debía resolver la Administración del Estado y en la que existían importantes intereses económicos de grandes empresas. Éstas, con el fin de obtener un resultado favorable aportaron dictámenes de importantes despachos de abogados apoyando sus tesis. También desde la propia Administración se veía con buenos ojos una resolución de acuerdo con los criterios de las empresas. Llegó un momento en el que estábamos confusos, para cada argumento había un contraargumento y no sabíamos qué hacer. En ese momento, nuestro jefe preguntó: "¿cuál fue nuestra primera opinión sobre esto?" y todos contestamos que claramente habíamos pensado que la resolución de la Administración debía ser negativa. Nuestro jefe dijo que íbamos a hacer el informe sobre esa base, olvidándonos del resto, pues lo único que hacía era crear confusión al servicio de determinados intereses. Esto me ha venido a la memoria al hilo de la controversia que existe sobre el aborto en distintos países. Después de más de 30 años de polémica, se han dado todo tipo de argumentos y parece que se ha dicho ya todo en una cuestión tan complicada. Sin embargo, si somos capaces de hacer el ejercicio de volver al principio, en el fondo todo se reduce a una cuestión básica: ¿qué valor tiene la vida humana prenatal? Todos los argumentos sobre las indicaciones del aborto pueden reducirse a esa pregunta. Todos estamos seguros de que en el caso de que una mujer matase a su hijo nacido como consecuencia de la angustia que le produce la falta de recursos económicos para mantenerlo dignamente, o por el hecho de haber sido concebido como consecuencia de una violación, o por la insoportable carga que supone que el hijo tenga unas graves malformaciones, la mujer sería condenada; podría ser compadecida, quizá la pena se reduciría atendidas las circunstancias, pero la mayoría social consideraría inaceptable que una madre quitase la vida al hijo. Aquí no estamos defendiendo desde el punto de vista jurídico que la vida del no nacido tenga el mismo valor que la vida nacida. En todos los Códigos Penales del mundo, siempre se ha castigado más gravemente el homicidio que el aborto. También en caso de peligro para la vida de la madre se permite tomar decisiones que indirectamente van a poner fin a la vida del feto; y es una buena práctica médica como señalaba en el Diario Schöenstattiano el Doctor Patricio Ventura-Juncá. Lo que ocurre ahora no es que la vida del feto valga menos, es que no vale nada. Así sucede en la práctica en España y se confirmará con la reforma legal en curso. El aborto es impune, mientras que puedes ir a la cárcel por destruir un nido de una especie de ave protegida. Y así la cuestión vuelve a ser simple. Como la vida prenatal no merece protección, puede acabarse con ella aunque no exista más razón que los deseos de la madre que no quiere serlo.
Comentarios
Los comentarios de esta noticia se encuentran cerrados desde el a las hrs